17 de noviembre de 2010

Barullito

Para comprender los niveles de hinchazón relativos a la alma humana y el amplio espectro de emociones que maneja dicha etérea concepción de la esencia, es imprescindible haber hecho la mayoría (o alguna) de estas cosas:
Salir con alguien que te gusta mucho.
Trabajar de algo que te hace infeliz.
Decirle a una de esas madres que siempre te sirven un plato más de comida "no, gracias, señora. La verdad que no me gustó".
Lagrimear imperceptiblemente (para el otro) con el final de una película pedorra.
Caminar sin rumbo, porque sí.
Reírse de la desgracia de un enemigo íntimo.
Pasar hambre.
Salir con alguien que no te gusta solo para ponerla.
Lagrimear escuchando Aspen.
Caminar bajo la lluvia después de que una novia bonita elige dejarnos por otro (alguien peor).
Reírse de la propia desgracia.
Subir una escalera de más de 70 escalones.
Haber votado a Mendez/De la Rúa/Macri/Carrió.
Acabar antes del minuto y medio de coito.
Reírse viendo a Tinelli.
Reconocerse equivocado.
Lagrimear escuchando la Oral Deportiva.
Mearse encima.
Caminar bajo el sol después de renunciar violenta y groseramente a un trabajo que nos hizo infelices.
Correr un colectivo y no llegar.
Colarse, no importa donde. Entrar sin pagar y pasarla de re chupete.
Romper de un pelotazo la ventana del vecino.
Acabar antes del minuto con una chica que no nos quiere y no se calla nada.
Pasar dos horas en el super, llenar dos changuitos y enterarse en la caja que no aceptan tu tarjeta de crédito.
Hacer patito.
Saber qué es hacer patito.
Tomar vino caliente.
Contar un chiste y que te anticipen el remate.
Bailar un tema de erasure con las piernas y el alma.
Ir en bicicleta en una bajada de más de 45º.
Llevarse puesto un semáforo/poste de luz (a pie).
Querer con el alma que le vaya bien a alguien que no conocés.
Recibir un par de medias (o una calculadora) como regalo navideño.
Prender fuego un pequeño pony (el juguete, no un paquidermo petiso).
Subirse a un techo.
Tirar una piedra y embocar donde apuntamos.
Usar drogas de diseño y salir a comprar pantalones cortos.
Recibir el piropo de un travesti.
Odiar sin tregua una marca de gaseosa.

La sensibilidad es otra cosa.

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