14 de diciembre de 2010

Vade retro, Satanás! (III)

Qué pedazo de hija de putancia la vida, Marcelito, no hay con que darle. Donde tirás una, te la devuelve en la colita con ají picante, es infalible. No hay empates con esta puta vida perra. Gana siempre por goleada y si en algún momento del trámite estuvimos arañando un punto de visitante el recuerdo de aquel momento de esperanza es el que nos va a multiplicar el dolor de la derrota al concretarse. A qué viene tanto mondongo de lamento, se pregunta aquél que hizo click en un portal de pornografía rumana y, por esas cosas de la vida, terminó leyendo estas sandeces. Pues bien, tenga a bien enterarse, joven aficionado a la acechanza genital, que viene a cuento del entuerto que me tocó en suerte en el harto caluroso día de la fecha. A los hechos y seamos concretos, que ya de colectivos estamos hasta los huevos.
Habemus calorus extremus. Esperamos un movíl de la línea 111. Habida cuenta de la temperatura, dejo pasar uno que venía lleno. DEJO PASAR UNO. Fíjese el detalle. El que sigue viene unos minutos después, menguando en su contenido humano. Subimos, pagamos, vemos que no hay asiento, pero viene descomprimida la mano. Me acomodo en el pulmón para silla de redas, previo al pasillo, sin mayores expectativas.
Próxima parada, suben aproximadamente 17 personas de corpulencia promedio, tirando a mullidito. Lo que en el bulgo se denomina "hasta los huevos". El primero de los 17, un muchacho de dimensiones considerables, decide estacionar a mi lado, instituyéndose en una suerte de puerta para el pasillo que lleva al fondo del móvil. Los 16 que subieron después pasaron para el fondo, cada uno "abriendo" la "puerta" que al "abrirse" clavaba su codo en mi costilla, cuando no arrojaba su cuerpo entero sobre mi persona. En fin. Una hermosura!
Progresando las paradas, bajaron más de los que subieron y quedó un asiento libre. Me fijé muy bien, como ciudadano ejemplar que soy, que no hubiera pululando una vieja demasiado chota ni una hembra demasiado pre natal, y me hice del asiento. Sentado del lado de la ventana (cosa rara que el ocupante previo elija pasillo) me ilusionaba con arrancarle un empate al mal viaje que venía teniendo, pero no. El flaco que estaba sentado al lado mío se levantó y se fue, y a que no saben quién se sentó!!! EL GORDO PUERTA!! Codito a la costilla, espacio reducido, transferencia de emisiones sudorosas, en fin, una hermosura. Treinta cuadritas así, qué más querés de la vida? La fruta que te re fruteo, fruto de huerta!
Siendo que decidimos entre la prole del arrepentimiento que el averno queda en la bacha de la parrilla donde morfa el gordo MP, dos semanas fregando es una condena que le queda barbaro a tamaño exponente del sufrimiento bacherístico. Por lo tanto, Belcebú querido, cómprele detergente industrial de limón y que sacuda la buata a virulaso limpio.

Ahí tenés. Arreglate!

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