3 de diciembre de 2010

Parada

En las calles de Buenos Aires hay palos de acero, hierro, vaya uno a saber. Encumbradas en lo más alto de estos palos, hay laminas. Dichas láminas contienen información, codificada en números y letras. Quien sepa leer, encontrara los ires y venires de automóviles grandes, enormes, monstruosos, que hacen ruidos infernales, exhuman pedos grises que flotan en el aire, capturando transeúntes, y son comandados por bestias infrahumanas que escuchan radio disney y repudian con toda la sangre de sus negros corazones a la clase peatona y a los tacheros. A toda regla hay excepciones, sabemos, y es posible encontrarse con un copado hincha de chacarita que escucha pappo's blues y ostenta un bigote mexican camionero de lo más elegante. Como dijimos, son excepciones. Lo más probable es que te vayas del centro al mercado de frutos escuchando a Elvis Crespo, con un chofer marciano caracúlico.
Pero volvamos al tema. Abajo de los palos que hay en Buenos Aires, la gente se junta en orden de llegada a esperar el monstruoso vehículo que ha de llevarlos a sus trabajos/casas/albergues transitorios. La actitud que el porteño promedio elige en la espera es la impaciencia hostil. Hoy, quien les habla, se paro abajo de un palo con un grupete de 5 o 6 personas que asumían la actitud antedicha. Detrás de quien les habla, se situó una señora de unos 70 pirulines, fácil. De pronto, flash!
Yo me sonreí y me di vuelta, buscando la fuente del sonido. La señora que estaba detrás mio revolvía su bolsón. El sonido se repetía una y otra vez, cada vez más fuerte, causando que nos dieramos vuelta, uno a uno, todos los que esperábamos el monstruoso rodado público. En un momento, la señora, visiblemente incomoda y acalorada por la situación, levanta la cabeza, me mira con una cara de imposible descripción y dice: "es el rin tón, es el rin tón!".
Ensayé una carcajada, y la señora, tentada, soltó una risa que mezclaba vergüenza y desparpajo y que era por demás contagiosa. Los 5 o 6 que habían en la parada empezaron a reírse también. Entre ellos había un petiso que se reía para adentro, FORMIDABLE! En fin. Estuvimos dos minutos a las risotadas y el " rin tón" no dejó de sonar nunca. Se me ejercitó el upite de la manera más inesperada. Está bueno Buenos Aires, boló!
Buen fin de semana.

¿Este es Lalín?

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