17 de enero de 2011

Joyas patricias de amor

El firmante, por razones que no hacen al relato, espera por algo que no hace al relato, mientras fuma en una esquina de Buenos Aires. La esquina, y esto hace al relato, es el cruce de dos avenidas. Como pasa en Buenos Aires cuando dos avenidas se juntan, la esquina se corre, se desfaza, quedando el cordón cercado y el cruce peatonal a unos metros de la esquina per se. En esos metros se detiene un colectivo y se produce el hecho que hace al relato: Un joven saca medio cuerpo por la ventana del móvil.
- Hey! -saluda con entusiasmo- Hola!
Acusa recibo y devuelve el saludo una piba que esperaba el semáforo de pie, al filo del cordón. De unos 24 años. No particularmente bonita. No necesariamente fea. No específicamente nada. Tienen una charla simpática. Parecen conocerse y agradarce. El joven le pregunta, no sin rodeos, cuándo se van a tomar un fernet. El semáforo se pone amarillo, el colectivo empieza a regular.
- Bajate y vamos ya. -Dice ella, sonriendo...
El tránsito avanza y el joven, con una enorme sonrisa, grita -Esperame ahí- y desaparece dentro del colectivo.
La piba suelta una risita, cruza la avenida y se pierde entre la gente. El colectivo hace parada y el joven llega a la esquina corriendo sin correr. Mira hacia un lado, hacia el otro. Rodea la esquina. Va a cruzar. Tuerce la boca. No cruza. Me mira. Lo miro. No sabe si mirarme mal o bien. Le extiendo mi paquete de cigarrillos. Acepta uno. - Son todas putas -me dice. Le doy fuego. Agradece el crigarrillo con un gesto de mano y cabeza. - Son todas putas -me dice de nuevo y se va a esperar otro colectivo.
Recordé la política de la casa: Los dichos de un hombre lastimado no admiten discusión...

Y tu mamá también!

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