6 de julio de 2011

Música de ascensores

La secuencia tiene por nombre "Garchoteándose en Taiwán". Todo es producto de un miserable tiroteo. Millones de vidas dependen de una simple comunicación. No porque vayan a morir. Aunque no es cuestión de vida o muerte, la incomunicación afectará millones de vidas. Tiene que ser una llamada por cobrar. Cris Morena nos lo demanda. A cambio, nos regala un ciclomotor marrón. Establecer comunicación sin tarjeta ni cospel me hace sentir Grecia Colmenares. Lloro mientras me corto el flequillo. Extraño dolorosamente a Carlos Mata. Me pregunto si tengo sífilis. Me ataca un hambre voraz.
Un hombre discute con otro. El volcado de un container de copos de maíz sobre un piletón de leche condensada es el generador de la discordia. Contándome a mi somos tres y unidos en fraternal abrazo decidimos que el maíz, aunque sin azúcar, será suficientemente endulzado por la leche y a quien le falte un pelín de dulzura le echa chukaril y santo remedio. Gritamos "MAAAAAAAAAAAAAACREEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE" contra el viento. Somos todos hinchas de Racing.
La arquitecta se baja de un long board. Aunque aparenta 30 años, se le nota el peso de siglos en la espalda. Me habla gravemente de la vital importancia de la re estructuración del flujo Karmático. El cosmos no tiene nada que ver con nada. La arquitecta está cansada.
Dice que acá estamos hablando de venas y vendajes. Le pido perdón por algo. Me dice que no soy una de esas personas, que tampoco es para tanto. El ascensor comienza su descenso y la música empieza a sonar más fuerte. La única herramienta que tengo para defenderme de la mecánica caída es el mantra mental que empiezo a rezar con desesperación. "RARO TENÉS EL ORTO, RARO TENÉS EL ORTO, RARO TENÉS EL ORTO, RARO TENÉS EL ORTO!". La arquitecta me pasa la mano por el lomo. Abro los ojos y la veo. Su cara, sin querer, dice que perdí... y que para esta derrota no hay arreglo.

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