25 de noviembre de 2011

Nociones

La sustancia de una doble nelson petiribística aún perdura en el aire, actuando como nota al pie, como un invite al recaudo, a la no finitud espacio temporal de las convicciones recién adquiridas. A decir verdad, no sé muy bien de dónde viene, de qué la va, pero ahí está y los sueños son para la vida el misterio irresoluto de la trama, que empuja al protagonista entre peripecias, miserias, peligros y muerte, capítulo tras capítulo. Por algo será...
La certeza inamovible, inquebrantable, viene a ser también irrepetible, pues pretende asegurar la descabellada coyuntura de la existencia paralela, o, peor aún, de la existencia testigo, cuya única razón de ser es, justamente, erguirse en señal para esta existencia que, por nuestra, se arroga el carácter de primaria.
Basta de introducciones.
Por esas cosas de la vida, llegué y era una suerte de VIP. El pasaje lo proveyó una cuatro letras, dos culos. En el olor de su discurso, breve, tajante, definitivo, se mezclaba la sensación de orgullo y de irremediable soledad. En las aristas de ese camino elegido, el lugar conquistado significaba la realización profesional y la certeza del error. El gustito a siempre de lo que pudo ser y no fue. Su sexo, envejecido, como esas zapatillas que, luego de infructuosos años en vidriera, se retiran del mercado, como quien se niega a vender lo que es suyo en una gesta heroica de lucha contra el orden impuesto... aunque todos sabemos que nadie te quiere comprar lo que no querés vender, nos llamamos a silencio, por piedad, y vos podés jugar un ratito más a busto, a pieza de museo, a mención nostálgica en la conversa de los notables, antes de volver al anaquel, a juntar el polvo de la desidia, en el más oscuro de los silencios.
Y yo, así de simple, triste y fugazmente, me curé un poquito...

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