Terminado, el sexo flotaba en el aire de la habitación. La pereza pedía, la vejiga también. Será que la pichona ablanda la cacona? Bajó de la cama por el lado izquierdo, con el pie izquierdo.
Caminó lento, con pasos cortos, aguzando la vista para adivinar la silueta de los muebles en la oscuridad. En bolas, caminando como Frankestein. Es un milagro que yo tenga de coger. Las primeras gotas, la cosquilla subiendo en caricia por los huevos y el culo, el último chorrito. Mirá cómo se aguantan las colillas, eh. No se quieren ir. La sacudió. La dejó reposar en su mano, aún hinchada por la batalla. Pensar que hay gente que no se quiere meter esta hermosura en la boca! Qué barbaridad! Tiró la cadena, apagó la luz y volvió a la cama. La chica le cruzó la pierna sobre el lomo. Y viene a coger conmigo.
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