12 de abril de 2011
Cinismo y floración nasal
Los olores se repiten. Se puede encontrar el aroma de una mujer en el cuerpo de otra mujer, el olor picante de una droga innoble en el pasillo de un supermercado chino y hasta la fragancia de humedad y encierro, característica de nuestra última depresión jodida, puede saltar a nuestras narices desde el interior de un six pack de alfajores, baby. Si hubiera dios, esto, claramente, no pasaría. Es decir, si uno fuera dios esto sería un flagrante atropelo, pero como dios es dios lo dejan que haga y deshaga a gusto y piacere, total, el señorito es dios, no'cierto. Pero si usted, que tanto lo defiende, si usted fuera dios, fíjese, analice, medítelo y dígame por qué corno viene a sacarme la gula con el recuerdo auto condenatorio de la depresión sufrida? ¿Por qué a mi, pobre yo, que ando sin molestar a nadie, buscando un jarro de aceitunas a un precio razonable en la góndola de mi chino más próximo, se me recuerda olfativamente que en mi cajón, de eso tan rico, ya no queda nada? ¿Por qué, en una brisa vengadora llega a mi olfato el olor de la traidora, con la pulsión de acogotar, por traidora, a la mujer leal de la que me estoy enamorando? ¿Porque sos un mala leche? ¿Porque te embolás como una magdalena? ¿Porque no te ponen paka paka? No, porque sos un cacho de noexistencia, cuchame! Si existieses, así como dice la gilada, omnipotente, interminable y re pulenterío, tendrías flor de cajón lleno de tubitos de ensayo tapados con un corchito y en cada uno de esos interminables tubitos de ensayo estaría la fragancia de cada una de las cosas, sin repetir y sin soplar. Pero por favor! Tu, interminable omnipresencia misericordiosa, escatimando fragancias a tal punto que yo, en la tribuna de la horripilante cancha de velez, huelo, incrédulo, en el aire, la fragancia de los tiernos besos del amor primero y resulta que emana del cocacolero... no, dejá!
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