Se puso todo negro.
Se oían vidrios rompiéndose.
El montacargas era un pallet sin grietas en el piso y se sacudía como una rama angosta al menor movimiento. No tenía baranda, los cables colgaban a la vista y para bajar en el tercer nivel había que saltar sobre el vacío por espacio de medio metro. El decorado era rupestre, rústico, rancho? No sé. No suele haber intenciones detrás de la disposición del desastre.
Ella se dejó crecer el pelo del bigote y del pecho. Sus brackets alojaban perejil. Me daba asco, como dan asco las cosas demasiado hermosas.
Se subió al carro y este no arranco. Me miró con miedo. Pensé en abrazarla y ella dijo, gritando, la última verdad que escuché.
Después de eso no dijimos nada más.
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