Por fin se reanudo el tránsito, que parecía estar parado hace siglos, y el auto de quién sabe qué color avanzo con él, alejándose. Viniste conmigo a la galería con vista a la avenida. Me saludaste con un beso y empezaste a cantar, haciendo percusión con tus uñas sobre tus aros. Quién sabe dónde encontraste un skate. Recorrías la galería punta a punta, recostada sobre ruedas, golpeando tus aros con las uñas, cantando. Suave propulsión talonaría, recorrías el largo de la galería sonriendo a mi lado en cada pasada. Me acosté y te esperé con el codo en el piso para frenarte. Me llevaste puesto. Flotaba. Flotaba y te oía cantar, de un lado al otro de una galería con vista a una avenida, perdido en tus ojos azules que saben mirar profundo.
La avenida seguía ahí. Supongo. No volví a mirar.
Me lavé los dientes sintiéndome un estúpido.
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