Viven en el cárnico mono ambiente que les dio la vida.
Uno es feliz. El otro no.
El feliz hace.
Es accionista.
El infeliz recuerda.
Es perfeccionista.
Se reparten el tiempo.
A veces, del mismo minuto, hay 60 segundos para cada uno.
Cuando pasa eso, casi seguramente, la pasan mal los dos.
El infeliz es más constante, y seguido se queda con todo.
No obstante,
el feliz maneja con más muñeca.
Pero para razonar es haragán
y para discutir
no tiene pasta.
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