Hasta siempre, siempre igual.

Miro en la tele el loop de la confirmación: está todo mal. Me tengo que morfar la jodita, el tonito, lo que se lee entre las líneas de la corrección. Tragar, tragar y seguir tragando, la puta madre que me parió. Vengo debatiéndome, luchando por comprender esta emoción, por encausar está confusión de sentir que la risa es una bajeza idiota, burda y ciega. Es una contradicción horripilante porque, en última instancia, el juego que nos proponemos jugar en este espacio es uno de ironías y de risas, de relajo, de cagarse en las formas y reírse del que no entiende ese código. Yo lector, viniendo a buscar esa risa, ese chascarrillo, me pondría de mal humor, me sentiría traicionado al encontrar un texto triste, húmedo, mustio. Esa idea, esa supuesta traición, me lleva a ensayar una sonrisa, a aguzar la vista buscando el lado gracioso... y el lado gracioso está, lo veo al llegar a mi lugar de trabajo, donde saben de mi simpatía por esa letra de mierda, por esa gente de mierda, por ese modelo de mierda. En mi lugar de trabajo me reciben sonrisas plenas, sonrisas repletas de dientes, sonrisas incontenibles. Y la ficha cae: los que son capaces de reírse un día como hoy se están llevando el chiste que vinieron a buscar. Se están divirtiendo como chanchos.

Y yo estoy desesperadamente en contra.

Hoy más que nunca!

La foto, que dice más de lo que yo jamás podría, es de mi amigo Matías.

Un abrazo