Con los muchachos tenemos una parrillita en congreso que frecuentamos porque es baratita, discreta y, aunque el mozo a veces se cuelga un poquito y te trae la criolla dos horitas después de que se la pidas, se come bastante bien. Es de esas con manteles fijos, vio'? de tela plastificada, vio'? para ahorrarnos en esfuerzo, vio'? No se si mesplico. Bueno, al lado nuestro, en esa parrilla desprovista de toda pretensión glamourosa, se nos sentó el oggi junco, así nomás te la digo. Y pidió morcilla! Claro que sí! Y la mando de vuelta, porque estaba muy blandita! Ah, no!? Pero sí! Sí, papá! Así como te la cuento. En fin.
De ahí nos fuimos, subidos a la rata blanca (el uno blanco que nos transporta), cada carancho a su rancho. Cuando el primer carancho hubo sido depositado en su rancho, la rata blanca tosió, escupió un poquito, y se quedo fría. Empujamos un rato, hasta que un tachero nos hizo el aguante y nos ofreció un empujón más pulenta (la situación pulmonar de los empujantes era pauperrima). El empuje tacheril resulstó fructífero y la rata arrancó, pero cuando nos fuimos a subir se quedó seca otra vez y tuvimos que hacerle el empuje marcha atrás para dejarla en una cuadra conocida y tomarnos el buque en tassi. Y el tachero era un tachero de ley, llamado Luis Ricardo Tassi! Postina. Ahí me acordé que tengo un blogcito donde escribo a veces.
Un beso.
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